GREFEMA, HOY HACE 80 AÑOS, MATILDE LANDA
Hoy Hace 80 años, Matilde Landa, una mujer para ser recordada siempre.
En el verano de 1936, España se ve envuelta en fuertes confrontaciones. Sectores de la derecha y determinados elementos militares, preparaban un golpe de Estado que terminaría con las instituciones republicanas. Es en ese momento cuando Matilde Landa ingresa en el Partido Comunista de España.
Una parte del ejército se subleva el 18 de julio de 1936, Matilde Landa se integra en el Quinto Regimiento, en cuya creación ha intervenido junto a Vittorio Vidali, y cuyas primeras compañías combaten ya a los sublevados en Somosierra. Es destinada al batallón SRI (Socorro Rojo Internacional) Matilde, es destinada al hospital de sangre en donde conoce a Tina Modotti, que se encontraba en Madrid tras los pasos de su compañero, Vittorio Vidali. Ambos se alojaron durante un tiempo en casa de Matilde y su marido, Paco Ganivet. La amistad entre Matilde y Vidali fue muy importante en su formación política. Éste, que era conocido como Carlos Contreras y Comandante Carlos, era un comunista italiano que exiliado de su país tras la instauración del fascismo. Vivió en México durante varios años. Vittorio dejó uno de los testimonios más rotundos respecto a Matilde a quién definió como “buena amiga y gran compañera. Serena, firme, e independiente. “En mis recuerdos es difícil que yo encuentre un ser humano tan definido y franco en sus opiniones y sentimientos”.
Matilde Landa y Tina Modotti, se incorporaron al Hospital Obrero de Maudes en Madrid, prestando tareas sanitarias. Elena Poniatowska en su novela Tinísima (1992), describe así al personaje en esos días:
“Matilde Landa adelgaza a ojos vistas. Su obligación es intervenir en todos los conflictos del hospital, los políticos, los económicos, los de abastecimiento. Su tarea no se limita a atender a los enfermos sino que recluta enfermeras, busca víveres, es la primera en enterarse de las malas noticias, de ella es la responsabilidad política del hospital. Ejercer el mando es ganar en sufrimiento. (…) Matilde Landa es la responsable política, la organizadora, la que siempre corre al lado del enfermo, al quirófano, al frente, (…) la que da lecciones de aguante, la más preparada”.
En el hospital se ganó el apelativo de “monja laica” entre los médicos por su carácter afectuoso, decidido y templado.
Con el avance de las tropas fascistas sobre Madrid, el centro fue evacuado y en noviembre se trasladó a Valencia. Allí participo en la reorganización del Socorro Rojo Internacional. Organizo la evacuación de niños cuando cayó Málaga en febrero de 1937. Pasó un corto periodo de tiempo en el cuartel general de las BBII en Albacete y visitó Extremadura, Aragón y Córdoba colaborando en levantar la moral de los combatientes republicanos.
En 1937 su actividad se centra en la organización de albergues y colonias infantiles en Barcelona. En julio representa en París al SRI en una conferencia internacional de ayuda a España. Su actividad agotadora y la permanente enfermedad que le aquejaba, hizo que algunos amigos la recomendaran que permaneciera un tiempo en Francia a fin de recuperarse. Matilde rechazó la recomendación y siguió en el tajo.
Finalmente, en abril de 1938 realizo tareas de apoyo a los refugiados en la zona de Extremadura. Posteriormente, se integró en la Sección de información popular de la Subsecretaría de Propaganda del Gobierno Republicano viviendo en Barcelona. Desde donde colaboró con las organizaciones antifascistas extremeñas. Su hija Carmen estuvo alojada entre 1937 y 1938 en la colonia infantil de Villalgordo del Júcar. Dadas las circunstancias, en julio envió a su hija a la Unión Soviética. Igualmente, a lo largo de la guerra se produjo el divorcio amistoso de su esposo, capitán del ejército republicano a la sazón
Durante sus viajes por la España leal, Matilde conoció a Miguel Hernández quien le dedicó un poema que ella guardó y sólo muchos años después fue publicado. Se encontró enmarcado y colgado en la pared de una casa de Toledo que pertenecía a su hija.
A MATILDE
En la tierra castellana
el castellano caía
con la voz llena de España
y la muerte de alegría.
Para conseguir la libertad de sus hermanos
caen en los barbechos los más nobles castellanos.
No veré perdida España porque mi sangre no quiere.
El fascismo de Alemania
junto a las encinas muere.
Para hacer cenizas la ambición de los tiranos
caen en las trincheras los más nobles castellanos.
Españoles de Castilla
y castellanos de España
un fusil a cada mano
y a cada día una hazaña.
Voy a combatir al alemán que nos da guerra
hasta conquistar los horizontes de mi tierra.
Tras la caída de Barcelona en enero de 1939, Matilde no acompañó la retirada del ejército, tomó el camino de Madrid haciendo el viaje de forma clandestina por carretera. Es difícil imaginar cómo pudo llevar a cabo semejante aventura teniendo que moverse por territorio enemigo y en circunstancias penosas y de peligrosidad extrema.
En el mes de febrero, cuando Matilde Landa llegó a Madrid, la conspiración de Casado estaba en marcha. En el seno del PCE existía la idea fundada de que Madrid podía ser entregada por Casado. Era necesario reorganizar el partido para la resistencia, el Buró Político y el Comité provincial de Madrid abandonaron la capital ante el riesgo evidente que corrían sus vidas.
Poco antes del hundimiento de la República, fue encargada por el Buró Político del PCE de organizar el Partido en el interior ante la inminente entrada de las tropas franquistas en Madrid. Lo primero que hizo Matilde fue la creación en Madrid de un Comité Provincial.
En la última reunión que el Buró Político del PCE celebrada en Madrid el 25 de febrero de 1939, se nombró un Comité Provincial, que, en la práctica seria la dirección del partido en el interior de España. A su frente se colocó a Matilde Landa. A demás de Antonio García Esteva, como secretario de propaganda y Felipe Sánchez Sierra.
En España se había instalado el terror, la persecución y la venganza, su actividad principal fue la de entrar en contacto con otros miembros del partido que se encontraban dispersos, y crear una red de ayuda a los compañeros encarcelados y a sus familias. Las JSU se intentó reorganizar por José Peña Barea. Evidentemente la estructura tan abierta de la organización juvenil corría el riesgo de ser penetrada por los organismos franquistas. Desgraciadamente así fue. Igualmente se ocupa de organizar la fuga de los dirigentes del partido Domingo Girón, Eugenio Mesón y Guillermo Ascanio.
Matilde Landa fue detenida el 4 de abril de 1939 junto a su secretaria, María Guerra Picó. Anteriormente lo fue el responsable de organización, Joaquín Rodríguez, y a través suyo localizaron a Matilde que estuvo aislada e incomunicada durante casi seis meses, incluso sin luz. Además recibió todas las torturas sicológicas imaginables en forma de vejaciones, humillaciones y desprecios, pero también en un intento prioritario por quebrantar su firmeza ideológica y su ausencia de fe religiosa. También le hicieron escuchar las torturas a las que fue sometido su compañero, Joaquín Rodríguez, e incluso se las hicieron presenciar. Durante el interrogatorio, Matilde no delato a nadie. Solamente aceptó su pertenencia al PCE y sus labores de índole sanitaria y asistencial en la guerra. Negó en todo momento su labor política. Exculpó a su secretaria, María Guerra Micó, de la que dijo que era una empleada doméstica. Aquello le salvó la vida.
El 26 de septiembre de 1939 ingresó en la Prisión de Ventas. Allí formo parte de la dirección del PCE en la cárcel, con Victoria Moreno, luego sustituida por otra formada por Mercedes Gómez Otero, Paz Azzati y Purificación González. Es destacable la impresionante labor desarrollada por Matilde a través de la “oficina de penadas”, conocida por las presas como “la oficina”.
Matilde consigue entrevistarse con la directora, Carmen Castro, tras no poco esfuerzo, consiguió que se le autorizara a montar una especie de oficina en su propia celda. Su objetivo era asesorar y ayudar a las condenadas a muerte a fin de presentar recursos que las libraran de la ejecución.
Matilde Landa tuvo la colaboración en las primeras semanas de María Sánchez Arbós, también de un grupo de jóvenes reclusas con abundante formación intelectual y mucho empeño militante, entre las que estaban Paz Azzati, Mercedes Gómez Otero, Pura González, Ángeles Vázquez o Concha Feria del Pozo. Ciertamente la tarea desempeñada por Matilde en la “oficina” tiene una relevancia gigantesca y constituye una referencia esplendorosa en los anales de la lucha contra la barbarie fascista en los años posteriores a la guerra.
El 28 de noviembre de 1939, el fiscal solicitó para ella la pena de muerte por “adhesión a la rebelión militar”. Los que se rebelaron juzgaban a los defensores de la legalidad acusándolos de rebelión. Una monstruosidad jurídica a cuyo amparo se fusiló a miles de españoles. En su escrito añadía que la acusada “en todo momento ha sido colaboradora del PC, habiendo quedado encargada por el mismo de su organización en la España de Franco en calidad de secretaria general”. El juicio se celebró el 7 de diciembre de 1939 y la sentencia fue dictada el mismo día: Pena de muerte. El presidente del tribunal fue el coronel Luis Fuertes y actuaron como vocales, Servando Díaz, Julio Caballero y Francisco Ortiz; Vidal Morales fue el vocal ponente. El día 19 la auditoría aprobó la sentencia, decretando la suspensión hasta que se recibiera el “enterado” del Jefe del Estado.
David Ginard en su biografía de Matilde Landa, ha consultado documentos que obran en sus archivos familiares. Gracias a ello ha desvelado la notable relevancia que tuvo el caso Matilde Landa en las altas esferas del Estado. Así mismo subraya que la conmutación de su pena fue absolutamente excepcional y condicionada a que fuera trasladada a un penal situado fuera de la península. En una carta de su hermana Aída a Matilde, en la que le relata una entrevista con García Morente a propósito de sus gestiones de indulto, el filósofo-sacerdote, a su entender, mostraba las contradicciones que se habían producido en la cúpula franquista:
Se cree que de las personas que han quedado en España es la que tiene mayor influencia política. Con todo esto y a pesar del deseo que había de hacerla desaparecer a Matilde, no había nadie que se atreviese a firmar esa sentencia de muerte. Y se le concede el indulto con la condición de que salga de la península.
El 18 de junio de 1940 le fue conmutada la pena de muerte por la inmediatamente inferior en grado, treinta años de reclusión. Con fecha 4 de julio del mismo año, el director de la cárcel de Ventas remitía al juzgado militar los oficios de notificación de sentencia de varias presas, entre las que se contaba Matilde Landa.
El 2 de agosto de 1940, Matilde fue trasladada al penal Can Sales de Palma de Mallorca custodiado por las Hermanas de la Caridad. Se trataba de un antiguo hospicio que en un estado ruinoso y presentaba síntomas de derrumbe. Iba a ser derribado, pero la urgencia de encontrar acomodo a la creciente población penal femenina, hizo que se convirtiera en cárcel.
Las mujeres de Acción Católica, a quienes las presas llamaban “las damas estropajosas”, iniciaron sus actividades en la prisión de Palma. Su objetivo era proporcionar alguna ayuda social a las presas, crear un taller de costura, pero sobre todo catequizar. A Matilde le otorgaron una catequista en particular llamada Bárbara Pons i Marqués, con el propósito de que se bautizara. Conseguirlo suponía un triunfo para los sublevados pero también para la Iglesia, que rescataba del “mal” a una persona de alto nivel cultural, respetada y con autoridad relevante fruto de su ejemplo.
Ciertamente las presiones sobre Matilde fueron cada vez más feroces. Se alternaban los castigos y el aislamiento, con pequeñas atenciones. Bárbara jugó un papel decisivo en todo esto. La represión corría a cargo de las monjas, a cuyo frente estaba la administradora de la prisión sor María de Santa Úrsula Bou, quien igualmente oficiaba como secretaria de la Junta de Disciplina.
Bárbara por el contrario era la persona dialogante, argumentativa y de buen trato. Sus objetivos no obstante estaban claros: debía lograr que Matilde Landa sucumbiera y admitiera ser bautizada. Detrás de toda la operación estaba, el obispo de Mallorca Miralles Sbert que quería doblegar a su presa. Al fin, como los castigos y aislamiento no daban fruto, cambiaron de método. La pusieron en una disyuntiva ignominiosa: la amenazaron con reducir la ración de leche a los hijos de las presas si no se bautizaba.
El bienestar de los niños. Los hijos de las presas republicanas vivían en la cárcel con sus madres hasta los tres años. Los había visto morir de hambre, de enfermedades comunes que no se atendían o por infecciones fruto de la falta de higiene de aquellas cloacas del sufrimiento que eran las prisiones franquistas. Los había visto arrancados del cuidado materno para partir a un destino cruel o desaparecer en la trama legal, para ser entregados a familias afectas al franquismo. Muchos desaparecieron de este modo. Matilde no podía soportar que pudiera ser su actitud la que trajera más hambre y más dolor a aquellos pequeños infelices.
A esto habría que añadir que el 22 de junio de 1942, la Dirección de la cárcel solicitó el traslado de Matilde a Canarias, así consta en su expediente penal. El 14 de septiembre se recibió un oficio de la dirección general de prisiones ordenando su traslado a la cárcel de mujeres de Santa Cruz de Tenerife, “sancionada por su conducta”. La presión aumentaba. El traslado fue suspendido días después, posiblemente a causa de su aparente rendición.
Hay quienes aseveran que “ante la crueldad de este chantaje, la fortaleza de Matilde se quebró”. Matilde aceptó aparentemente bautizarse para que no redujeran los parcos alimentos de los niños, pero al mismo tiempo estaba decidida a no ceder, a no rendirse, a no abandonar sus profundas convicciones y para ello era preciso desaparecer, entregar la vida en aras de aquello que había sido el substrato de su existencia.
El acto del bautismo público y con boato se fijó para el 26 de noviembre. Se lo quiso rodear por parte de carceleras y jerarquías de esa parafernalia prepotente y casposa de inciensos y latines. Iba asistir el obispo Miralles Sbert, que veía cumplido su deseo de bautizar a “la roja”, y el gobernador civil de las Baleares, Manuel Veglison Jornet.
Ángela Gutiérrez compañera de Matilde recordaba años después en una entrevista en la prensa Balear, que Matilde “estaba con nosotras en el patio y nos dijo que se iba a la enfermería a ponerse una inyección. Subió al primer piso, se encaramó por el muro y se tiró. Eran las seis y cuarto de la tarde. Agustina Sánchez amiga de Matilde nos dio la noticia, entró gritando: “¡Chicas, que Matilde se ha matado!”. Y cerraron corriendo las puertas, y hasta mucho tiempo después no nos dejaron entrar. A las siete se murió”.
El 26 de Noviembre de 1942, Matilde landa murió en presidio.
Una parte del ejército se subleva el 18 de julio de 1936, Matilde Landa se integra en el Quinto Regimiento, en cuya creación ha intervenido junto a Vittorio Vidali, y cuyas primeras compañías combaten ya a los sublevados en Somosierra. Es destinada al batallón SRI (Socorro Rojo Internacional) Matilde, es destinada al hospital de sangre en donde conoce a Tina Modotti, que se encontraba en Madrid tras los pasos de su compañero, Vittorio Vidali. Ambos se alojaron durante un tiempo en casa de Matilde y su marido, Paco Ganivet. La amistad entre Matilde y Vidali fue muy importante en su formación política. Éste, que era conocido como Carlos Contreras y Comandante Carlos, era un comunista italiano que exiliado de su país tras la instauración del fascismo. Vivió en México durante varios años. Vittorio dejó uno de los testimonios más rotundos respecto a Matilde a quién definió como “buena amiga y gran compañera. Serena, firme, e independiente. “En mis recuerdos es difícil que yo encuentre un ser humano tan definido y franco en sus opiniones y sentimientos”.
Matilde Landa y Tina Modotti, se incorporaron al Hospital Obrero de Maudes en Madrid, prestando tareas sanitarias. Elena Poniatowska en su novela Tinísima (1992), describe así al personaje en esos días:
“Matilde Landa adelgaza a ojos vistas. Su obligación es intervenir en todos los conflictos del hospital, los políticos, los económicos, los de abastecimiento. Su tarea no se limita a atender a los enfermos sino que recluta enfermeras, busca víveres, es la primera en enterarse de las malas noticias, de ella es la responsabilidad política del hospital. Ejercer el mando es ganar en sufrimiento. (…) Matilde Landa es la responsable política, la organizadora, la que siempre corre al lado del enfermo, al quirófano, al frente, (…) la que da lecciones de aguante, la más preparada”.
En el hospital se ganó el apelativo de “monja laica” entre los médicos por su carácter afectuoso, decidido y templado.
Con el avance de las tropas fascistas sobre Madrid, el centro fue evacuado y en noviembre se trasladó a Valencia. Allí participo en la reorganización del Socorro Rojo Internacional. Organizo la evacuación de niños cuando cayó Málaga en febrero de 1937. Pasó un corto periodo de tiempo en el cuartel general de las BBII en Albacete y visitó Extremadura, Aragón y Córdoba colaborando en levantar la moral de los combatientes republicanos.
En 1937 su actividad se centra en la organización de albergues y colonias infantiles en Barcelona. En julio representa en París al SRI en una conferencia internacional de ayuda a España. Su actividad agotadora y la permanente enfermedad que le aquejaba, hizo que algunos amigos la recomendaran que permaneciera un tiempo en Francia a fin de recuperarse. Matilde rechazó la recomendación y siguió en el tajo.
Finalmente, en abril de 1938 realizo tareas de apoyo a los refugiados en la zona de Extremadura. Posteriormente, se integró en la Sección de información popular de la Subsecretaría de Propaganda del Gobierno Republicano viviendo en Barcelona. Desde donde colaboró con las organizaciones antifascistas extremeñas. Su hija Carmen estuvo alojada entre 1937 y 1938 en la colonia infantil de Villalgordo del Júcar. Dadas las circunstancias, en julio envió a su hija a la Unión Soviética. Igualmente, a lo largo de la guerra se produjo el divorcio amistoso de su esposo, capitán del ejército republicano a la sazón
Durante sus viajes por la España leal, Matilde conoció a Miguel Hernández quien le dedicó un poema que ella guardó y sólo muchos años después fue publicado. Se encontró enmarcado y colgado en la pared de una casa de Toledo que pertenecía a su hija.
A MATILDE
En la tierra castellana
el castellano caía
con la voz llena de España
y la muerte de alegría.
Para conseguir la libertad de sus hermanos
caen en los barbechos los más nobles castellanos.
No veré perdida España porque mi sangre no quiere.
El fascismo de Alemania
junto a las encinas muere.
Para hacer cenizas la ambición de los tiranos
caen en las trincheras los más nobles castellanos.
Españoles de Castilla
y castellanos de España
un fusil a cada mano
y a cada día una hazaña.
Voy a combatir al alemán que nos da guerra
hasta conquistar los horizontes de mi tierra.
Tras la caída de Barcelona en enero de 1939, Matilde no acompañó la retirada del ejército, tomó el camino de Madrid haciendo el viaje de forma clandestina por carretera. Es difícil imaginar cómo pudo llevar a cabo semejante aventura teniendo que moverse por territorio enemigo y en circunstancias penosas y de peligrosidad extrema.
En el mes de febrero, cuando Matilde Landa llegó a Madrid, la conspiración de Casado estaba en marcha. En el seno del PCE existía la idea fundada de que Madrid podía ser entregada por Casado. Era necesario reorganizar el partido para la resistencia, el Buró Político y el Comité provincial de Madrid abandonaron la capital ante el riesgo evidente que corrían sus vidas.
Poco antes del hundimiento de la República, fue encargada por el Buró Político del PCE de organizar el Partido en el interior ante la inminente entrada de las tropas franquistas en Madrid. Lo primero que hizo Matilde fue la creación en Madrid de un Comité Provincial.
En la última reunión que el Buró Político del PCE celebrada en Madrid el 25 de febrero de 1939, se nombró un Comité Provincial, que, en la práctica seria la dirección del partido en el interior de España. A su frente se colocó a Matilde Landa. A demás de Antonio García Esteva, como secretario de propaganda y Felipe Sánchez Sierra.
En España se había instalado el terror, la persecución y la venganza, su actividad principal fue la de entrar en contacto con otros miembros del partido que se encontraban dispersos, y crear una red de ayuda a los compañeros encarcelados y a sus familias. Las JSU se intentó reorganizar por José Peña Barea. Evidentemente la estructura tan abierta de la organización juvenil corría el riesgo de ser penetrada por los organismos franquistas. Desgraciadamente así fue. Igualmente se ocupa de organizar la fuga de los dirigentes del partido Domingo Girón, Eugenio Mesón y Guillermo Ascanio.
Matilde Landa fue detenida el 4 de abril de 1939 junto a su secretaria, María Guerra Picó. Anteriormente lo fue el responsable de organización, Joaquín Rodríguez, y a través suyo localizaron a Matilde que estuvo aislada e incomunicada durante casi seis meses, incluso sin luz. Además recibió todas las torturas sicológicas imaginables en forma de vejaciones, humillaciones y desprecios, pero también en un intento prioritario por quebrantar su firmeza ideológica y su ausencia de fe religiosa. También le hicieron escuchar las torturas a las que fue sometido su compañero, Joaquín Rodríguez, e incluso se las hicieron presenciar. Durante el interrogatorio, Matilde no delato a nadie. Solamente aceptó su pertenencia al PCE y sus labores de índole sanitaria y asistencial en la guerra. Negó en todo momento su labor política. Exculpó a su secretaria, María Guerra Micó, de la que dijo que era una empleada doméstica. Aquello le salvó la vida.
El 26 de septiembre de 1939 ingresó en la Prisión de Ventas. Allí formo parte de la dirección del PCE en la cárcel, con Victoria Moreno, luego sustituida por otra formada por Mercedes Gómez Otero, Paz Azzati y Purificación González. Es destacable la impresionante labor desarrollada por Matilde a través de la “oficina de penadas”, conocida por las presas como “la oficina”.
Matilde consigue entrevistarse con la directora, Carmen Castro, tras no poco esfuerzo, consiguió que se le autorizara a montar una especie de oficina en su propia celda. Su objetivo era asesorar y ayudar a las condenadas a muerte a fin de presentar recursos que las libraran de la ejecución.
Matilde Landa tuvo la colaboración en las primeras semanas de María Sánchez Arbós, también de un grupo de jóvenes reclusas con abundante formación intelectual y mucho empeño militante, entre las que estaban Paz Azzati, Mercedes Gómez Otero, Pura González, Ángeles Vázquez o Concha Feria del Pozo. Ciertamente la tarea desempeñada por Matilde en la “oficina” tiene una relevancia gigantesca y constituye una referencia esplendorosa en los anales de la lucha contra la barbarie fascista en los años posteriores a la guerra.
El 28 de noviembre de 1939, el fiscal solicitó para ella la pena de muerte por “adhesión a la rebelión militar”. Los que se rebelaron juzgaban a los defensores de la legalidad acusándolos de rebelión. Una monstruosidad jurídica a cuyo amparo se fusiló a miles de españoles. En su escrito añadía que la acusada “en todo momento ha sido colaboradora del PC, habiendo quedado encargada por el mismo de su organización en la España de Franco en calidad de secretaria general”. El juicio se celebró el 7 de diciembre de 1939 y la sentencia fue dictada el mismo día: Pena de muerte. El presidente del tribunal fue el coronel Luis Fuertes y actuaron como vocales, Servando Díaz, Julio Caballero y Francisco Ortiz; Vidal Morales fue el vocal ponente. El día 19 la auditoría aprobó la sentencia, decretando la suspensión hasta que se recibiera el “enterado” del Jefe del Estado.
David Ginard en su biografía de Matilde Landa, ha consultado documentos que obran en sus archivos familiares. Gracias a ello ha desvelado la notable relevancia que tuvo el caso Matilde Landa en las altas esferas del Estado. Así mismo subraya que la conmutación de su pena fue absolutamente excepcional y condicionada a que fuera trasladada a un penal situado fuera de la península. En una carta de su hermana Aída a Matilde, en la que le relata una entrevista con García Morente a propósito de sus gestiones de indulto, el filósofo-sacerdote, a su entender, mostraba las contradicciones que se habían producido en la cúpula franquista:
Se cree que de las personas que han quedado en España es la que tiene mayor influencia política. Con todo esto y a pesar del deseo que había de hacerla desaparecer a Matilde, no había nadie que se atreviese a firmar esa sentencia de muerte. Y se le concede el indulto con la condición de que salga de la península.
El 18 de junio de 1940 le fue conmutada la pena de muerte por la inmediatamente inferior en grado, treinta años de reclusión. Con fecha 4 de julio del mismo año, el director de la cárcel de Ventas remitía al juzgado militar los oficios de notificación de sentencia de varias presas, entre las que se contaba Matilde Landa.
El 2 de agosto de 1940, Matilde fue trasladada al penal Can Sales de Palma de Mallorca custodiado por las Hermanas de la Caridad. Se trataba de un antiguo hospicio que en un estado ruinoso y presentaba síntomas de derrumbe. Iba a ser derribado, pero la urgencia de encontrar acomodo a la creciente población penal femenina, hizo que se convirtiera en cárcel.
Las mujeres de Acción Católica, a quienes las presas llamaban “las damas estropajosas”, iniciaron sus actividades en la prisión de Palma. Su objetivo era proporcionar alguna ayuda social a las presas, crear un taller de costura, pero sobre todo catequizar. A Matilde le otorgaron una catequista en particular llamada Bárbara Pons i Marqués, con el propósito de que se bautizara. Conseguirlo suponía un triunfo para los sublevados pero también para la Iglesia, que rescataba del “mal” a una persona de alto nivel cultural, respetada y con autoridad relevante fruto de su ejemplo.
Ciertamente las presiones sobre Matilde fueron cada vez más feroces. Se alternaban los castigos y el aislamiento, con pequeñas atenciones. Bárbara jugó un papel decisivo en todo esto. La represión corría a cargo de las monjas, a cuyo frente estaba la administradora de la prisión sor María de Santa Úrsula Bou, quien igualmente oficiaba como secretaria de la Junta de Disciplina.
Bárbara por el contrario era la persona dialogante, argumentativa y de buen trato. Sus objetivos no obstante estaban claros: debía lograr que Matilde Landa sucumbiera y admitiera ser bautizada. Detrás de toda la operación estaba, el obispo de Mallorca Miralles Sbert que quería doblegar a su presa. Al fin, como los castigos y aislamiento no daban fruto, cambiaron de método. La pusieron en una disyuntiva ignominiosa: la amenazaron con reducir la ración de leche a los hijos de las presas si no se bautizaba.
El bienestar de los niños. Los hijos de las presas republicanas vivían en la cárcel con sus madres hasta los tres años. Los había visto morir de hambre, de enfermedades comunes que no se atendían o por infecciones fruto de la falta de higiene de aquellas cloacas del sufrimiento que eran las prisiones franquistas. Los había visto arrancados del cuidado materno para partir a un destino cruel o desaparecer en la trama legal, para ser entregados a familias afectas al franquismo. Muchos desaparecieron de este modo. Matilde no podía soportar que pudiera ser su actitud la que trajera más hambre y más dolor a aquellos pequeños infelices.
A esto habría que añadir que el 22 de junio de 1942, la Dirección de la cárcel solicitó el traslado de Matilde a Canarias, así consta en su expediente penal. El 14 de septiembre se recibió un oficio de la dirección general de prisiones ordenando su traslado a la cárcel de mujeres de Santa Cruz de Tenerife, “sancionada por su conducta”. La presión aumentaba. El traslado fue suspendido días después, posiblemente a causa de su aparente rendición.
Hay quienes aseveran que “ante la crueldad de este chantaje, la fortaleza de Matilde se quebró”. Matilde aceptó aparentemente bautizarse para que no redujeran los parcos alimentos de los niños, pero al mismo tiempo estaba decidida a no ceder, a no rendirse, a no abandonar sus profundas convicciones y para ello era preciso desaparecer, entregar la vida en aras de aquello que había sido el substrato de su existencia.
El acto del bautismo público y con boato se fijó para el 26 de noviembre. Se lo quiso rodear por parte de carceleras y jerarquías de esa parafernalia prepotente y casposa de inciensos y latines. Iba asistir el obispo Miralles Sbert, que veía cumplido su deseo de bautizar a “la roja”, y el gobernador civil de las Baleares, Manuel Veglison Jornet.
Ángela Gutiérrez compañera de Matilde recordaba años después en una entrevista en la prensa Balear, que Matilde “estaba con nosotras en el patio y nos dijo que se iba a la enfermería a ponerse una inyección. Subió al primer piso, se encaramó por el muro y se tiró. Eran las seis y cuarto de la tarde. Agustina Sánchez amiga de Matilde nos dio la noticia, entró gritando: “¡Chicas, que Matilde se ha matado!”. Y cerraron corriendo las puertas, y hasta mucho tiempo después no nos dejaron entrar. A las siete se murió”.
El 26 de Noviembre de 1942, Matilde landa murió en presidio.